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26. Monumento Cruz Roja

San Sebastián, 250-262
  • Año: 1899
  • Promotor: Cruz Roja de Guipúzcoa
  • Solicitante: Ayuntamiento de San Sebastián
  • Arquitecto: Juan Muguerza
  • Maestro de obras: Juan Muguerza
  • Ejecución: Altuna
El día 14 de septiembre de 1898 llegan a San Sebastián, vía férrea, 102 soldados excombatientes en Santiago de Cuba. La travesía desde ésta hasta Santander la realizaron en el vapor Satrústegui, de la Compañía Trasatlántica. Tras una pequeña estancia en un sanatorio de la capital cántabra fueron trasladados a nuestra ciudad.  Este fue el mayor contingente de repatriados que acogería San Sebastián. Pertenecían a diferentes regimientos. La mayoría de los soldados que aquí llegaron eran de procedencia vallisoletana, gallega y aragonesa. Venían enfermos y heridos. En días posteriores fueron llegando individualmente y entre ellos varios donostiarras.

Eran muchas las personas que se habían acercado a recibirles además, de diferentes instituciones provinciales y municipales. La Cruz Roja tuvo su representación en la persona de su presidenta, la Sra de Altube (su marido, Miguel Altube, alcalde), la duquesa de Mandas Cristina Brunetti, Concepción Brunet, la Sra. De Bermejillo, la Sra. de Lataillade, entre otras damas, todas ellas pertenecientes a dicha institución humanitaria. En una sala de descanso prepararon un refrigerio para los repatriados y acompañantes consistente en caldo, huevos, leche y jerez.

Se prepararon las camillas para transportar a los más débiles, hasta los coches que les habría de conducir unos, 72 repatriados, al Hospital Militar y el resto al Provincial de Amara. Los repatriados que fueron llegando con posterioridad lo harían al Sanatorio San Ignacio, en Miracruz, por cuenta de la Cruz Roja.

Inmediatamente a la llegada de los repatriados, las damas de la Cruz Roja de Gipuzkoa abrieron una suscripción para recogida de donativos. Éstos llegaban mediante entrega de dinero o pago de estancias en los hospitales. Los encargados eran la presidenta y presidente, Sra. De Altube y Sabino Ucelayeta respectivamente y, el tesorero Silvestre Lasquíbar.

A la semana de llegar comenzaron a darse de alta a los soldados ya restablecidos. Otros tardarían un tiempo en volver a sus lugares de origen. Y otros no lograron superar sus heridas o enfermedad y fallecieron en esta ciudad de acogida.

Por iniciativa de Cruz Roja se levantó este monumento que habría de acoger las cenizas de los repatriados fallecidos. El taller al que se adjudicó su construcción fue el de Tomás Altuna. Éste firma los planos el 4 de junio de 1899 y en julio ya estaba concluido el monumento funerario. Este taller marmolista trabajó de manera desinteresada en el proyecto recibiendo sólo el importe del material. Se ha empleado para su ejecución la piedra caliza y el mármol de Carrara para las planchas de inscripciones. 

Aquí figuran las inscripciones de los 24 soldados que fueron enterrados.  Junto a sus nombres se registra el lugar de procedencia.

Las dos palmeras que flanquean el monumento hablan del destino, de los que aquí yacen, en tierra allende los mares. No aluden a la fortuna económica del "indiano" sino de la vida allí perdida.

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